Es por eso que la música nos gusta tanto, por que nos devuelve la experiencia de vibrar y vibrar sin control. Ella corre el velo de nuestros límites y nos devuelve nuestra natural fluidez energética aunque sea por unos instantes. SIn darnos cuenta, vivimos cotidianamente en un estado de letargo, inmersos en una forma de pensar conceptual y racional que detiene la vibración vital de la fuente inagotable de poder que hay en nosotros. A diferencia de los pensamientos conceptuales, cualquier experiencia que tengamos tiene que ver con la vibración. Implica una condición en la que sentimos en nuestro cuerpo algún tipo de energía. Y cuando hablo de energía podemos incluir en esto a cualquier sensación o emoción, sea placentera o no. A veces son muy claras e intensas pero muchas veces son leves y parecen estar en un segundo plano, pero si ponemos nuestra atención en ellas comenzarán a crecer y a hacerse más evidentes. En cambio cuando nos detenemos en el pensamiento conceptual, para analizar algo, para tomar una supuesta "importante" decisión, o cuando nos preocupamos por algo, detenemos cualquier sensación o vibración que esté sucediendo en nosotros y nos anestesiamos perdiéndonos en una nube de pensamientos. La vida racional cotidiana es el olvido de La Sinfonía del Universo, y nos podemos dar fácilmente cuenta de esto si viajamos en un autobús repleto o si echamos un vistazo a la gente trabajando en una estresada oficina. Pareciera que suceden cosas significativas, pero casi todo es artificial y desprovisto de energía vital. Es cómo un decorado de cartón.
Javier Aguilar